Estás aquí
No corras de ti mismo a las tierras del no ver
no saltes al pozo oscuro de la ignorancia.
Atraído por la fuerza de tu corazón amable y compasivo
ve a la luz de tu Ser, donde todo es como debe ser.
Donde la experiencia del saber donde estás no es una amenaza.
Estás aquí,
no corras de ti mismo escapando del dolor a la tierra del sufrimiento
y cuando la tentación te asalte no te mires en el espejo de la ilusión,
antes corre el velo que te impide la visión clara y luminosa.
No huyas de ti porque estarás allí a donde vayas.
Camina confiado y sereno la tierra y el cielo de tu corazón
amable y compasivo.
Cuando inhalamos muchas cosas nos pasan. Cuando respiramos, muchas cosas vienen a nuestra mente a través de nuestros pensamientos y muchas emociones pueden “agitarse”. Incluso nuestro cuerpo puede dar ciertas señales de resistencia: la respiración se entrecorta, nos resulta insuficiente, se profundizan algunas molestias o tensiones de la postura, nos resulta difícil permanecer quietos… todas señales de que algo no muy bueno nos está pasando. Cuando contemplamos la respiración conscientemente, vamos hacia una experiencia de bienestar pero a veces atravesando una experiencia de malestar.
Nuestra respiración está ahí. Ocurre desde siempre. Está presente, está disponible. Es decir, damos un paso y accedemos a ella. Pero ese paso es un paso de conciencia, púes de lo contrario, seguiremos respirando automáticamente sin prestarle atención a lo que está ocurriendo y que nos habla a través de nuestra respiración. Por lo tanto, dar ese paso es imprescindible. Es lo único que tenemos que hacer. Dar el paso de ir hacia nuestra respiración. Cuando respiramos concientemente nuestra mente está cerquita de nuestro cuerpo, por así decirlo. Ambos, cuerpo y mente, se acercan e inician el camino de estar integrados. Y es allí que puede surgir esa experiencia de bienestar o malestar.
El maestro Budista Vietnamita Tich Nath Hanh, habla de “entrar en contacto en orden”, es decir, entrar en contacto concientemente con algo. Cuando respiramos concientemente, entramos en contacto “en orden” ya sea con la experiencia de bienestar, o con la experiencia de malestar. Ambas son experiencias iluminadoras pues están basadas en el orden de la conciencia, por lo tanto, en el primer caso vamos “a nutrirnos y a sanar” y en el segundo caso vamos a “protegernos y a transformar”, dice Tich Nath Hanh.
La experiencia del bienestar, del estar bien, nos dice que hemos entrado en contacto con ese reino de paz disponible, cercano. La experiencia del malestar, es decir, del estar mal, nos dice que hemos entrado en contacto con lo negativo que hay en nosotros y en el mundo exterior, pero por ser una experiencia “en orden”, surge para que podamos transformar esa negatividad, y protegernos aprendiendo qué no hacer, qué no decir, por dónde no andar… La experiencia de malestar nos conduce a la iluminación de saber qué tengo que dejar de hacer porque me hace daño, porque no es una costumbre o un hábito compasivo y responsable para conmigo mismo y para con los demás. Pero no parece tan sencillo, pues la fuerza del hábito nos empuja a salir de ese orden, y al cabo de unos pocos minutos estamos en contacto con la respiración pero de forma totalmente inconciente.
Cuando respiramos concientemente, tendremos una experiencia de uno de estos dos tipos: bienestar o malestar. Pero podemos protegernos y transformarla si es de malestar o nutrirnos si es de bienestar si permanecemos atentos a que es la realidad que nos visita. Es lo que es, lo que nos está visitando. Ese estar allí, con la respiración, acercando nuestra mente a la experiencia corporal, nos está diciendo “Estás aquí”. Estás disponible para lo que está ocurriendo, y si estás disponible para lo que está ocurriendo, entonces tienes las riendas para transformar y protegerte o para sanar y nutrirte.